El viento transmite el sonido de las hojas
trepando la roca.

Es la voz de un indómito pueblo

por miles de estrellas protegida.

(Rayen Kvyeh)

domingo, 12 de septiembre de 2010

CONFLICTO MAPUCHE: Una mirada desde la historia.

El pueblo Mapuche se ha dado a conocer como una de las etnias más importantes de nuestro país. Su lucha intermitente (e interminable) contra los conquistadores los ha situado como uno de los pueblos aborígenes más aguerridos dentro de Chile.
Asentados históricamente entre el río Itata y Toltén, tuvieron que enfrentar, primero, los embates producidos por la invasión del imperio inca y, luego, hacer frente a la conquista hispana. Sin haberse definido inicialmente como un pueblo belicoso, tuvieron que aprender a actuar como tal, debido a las sucesivas amenazas que hicieron peligrar su conformación.
Fue en el siglo XVI cuando lograron expulsar a los españoles de su territorio. Tuvieron la capacidad de resistir más de trescientos años, gracias a su rápida adecuación a la guerra y a la sólida unidad que llegaron a establecer dentro del sistema “colectivista” que caracterizaba a esta “gente de la tierra”.
La Guerra de Arauco pasó por varias etapas que se fueron marcando en la medida que reconquistaban sus tierras ancestrales y establecían relaciones de frontera con los españoles.
Su modo de ataque se caracterizaba por incluir varios movimientos en grupos, donde participaba toda la comunidad. Los “malones” les permitían ingresar al territorio enemigo para destruir su lugar de resguardo; allí mataban a los guerreros y robaban niños, mujeres y alimento. Por su parte, los españoles respondían con las “malocas”, una estrategia similar.
Entre 1612 y1624 los conquistadores cambiaron su modo de proceder, accediendo a la “Guerra Defensiva”. Ya no realizaban campañas en la zona mapuche, sino que procuraban defender la frontera mediante la construcción de fuertes y asegurando la ayuda de indios yanaconas.
Durante la Guerra de Independencia de Chile (1810-1825) una cantidad importante de mapuches decidieron apoyar la causa española, pues no confiaban en las políticas criollas de igualdad ciudadana. Además, hasta ese momento, habían logrado instancias de comunicación y de acuerdo a través de los llamados “parlamentos”.
Entre 1859 y 1882 ocurre la llamada “Pacificación de la Araucanía”, en que los criollos, luego de ganar la Independencia, desconocen sus promesas de respetar las tierras mapuches y deciden quitarles sus dominios para repartirlos entre terratenientes y colonos extranjeros. De esta forma pretendían incorporar a la economía mundial la enorme riqueza agraria de estas zonas.
En 1971 el gobierno de Salvador Allende a través de la Ley 17.729 trata de solucionar el problema territorial, pero los intentos por resolver el conflicto no funcionaron y se vieron fuertemente entorpecidos por la “contra reforma agraria” impulsada bajo el gobierno de Augusto Pinochet.
La actual “Ley Indígena” promulgada el año 1993 no resuelve el asunto, pues reconoce a los mapuches como una “etnia” y no como pueblo originario de la nación, lo que inhabilita la posibilidad de acceder a los derechos suficientes como para que se les respete y se les dignifique.
Si el pueblo mapuche es o no una nación. Si le corresponde regirse por la legislación chilena o si, por el contrario, merece la autodeterminación, es un asunto que se ha resuelto por distintas vías a través de la historia. Como hemos visto, este espectro de soluciones ha incluido desde los parlamentos de la diplomacia hispano - mapuche hasta la campaña de ocupación liderada por Cornelio Saavedra, bajo gobierno republicano.
Sin embargo, actualmente la opción no es ni la diplomacia ni las estratagemas militares (al menos no explícitamente). La vía judicial es el principal escenario en que se libra este asunto. En un estado de derecho que – supuestamente – rige por igual tanto para los dueños de fundos como para los comuneros que los atacan, es el poder judicial quien dirime la legítima propiedad de la tierra. A final de cuentas, este poder es el que estipula la verdad.
Foucault (1995) explica cómo es en las prácticas sociales donde se define la verdad y las formas de subjetividad. En esta dinámica cobran particular importancia las prácticas judiciales. En “La Verdad y las Formas Jurídicas”, mediante un análisis genealógico, busca demostrar “cómo ciertas formas de verdad pueden ser definidas a partir de la práctica penal” (p. 18).
Al mismo tiempo, devela la intrincada relación entre poder y conocimiento. A su juicio, el segundo no se da sin el primero, en contra de lo que ha preferido creer el mito occidental según el cual el saber y la ciencia son incompatibles con el poder político. Ni el poder político es ciego, ni el verdadero saber se logra en el diáfano ejercicio de recordar, observar o contactarse con los dioses. Lo que ocurre es que “por detrás de todo saber o conocimiento lo que está en juego es una lucha de poder” (p. 59).
Para ejemplificar lo anterior, basta recordar el artículo aparecido hace algo más de un año en El Mercurio, titulado “Falsedades sobre la Araucanía” y firmado nada menos que por Sergio Villalobos (2009), historiador chileno que – tal como indica la reseña a pie de página – es ganador del Premio Nacional de Historia en 1992, ex Director de la Biblioteca Nacional y académico de universidades. Quién podría dudar que dice “la verdad” al momento de desmentir los fundamentos de “la deuda histórica con el pueblo araucano”. La autoridad que le confiere ser un científico de la historia, debería ser más que suficiente para confiar que “quienes se dicen “mapuches” no son indígenas, sino mestizos generados en un transcurso que se inició con los conquistadores y prosiguió hasta el día de hoy con los chilenos”; y que los más empeñosos lograron mejorar sus condiciones de vida, mientras los “rutinarios de poca voluntad permanecieron en su vieja situación, cultivando resquemores y deseos de protesta”.
La cuestión judicial se debate hoy día en si los activistas mapuche deben ser procesados de acuerdo a la Ley Antiterrorista. Además de las evidentes desventajas que esto les puede acarrear en el transcurso del proceso, un asunto de fondo son las implicancias que tiene tal denominación (“terroristas”) para comprender el sentido de su lucha.
Finalmente, ¿cuál es el ámbito en que se define su verdad? ¿Es la vía judicial quién determina si sus acciones son delitos contra la propiedad privada o si, por el contrario, son injustificados crímenes que amenazan la integridad del Estado de Chile? Probablemente sea un asunto que zanjará la historia, aún cuando la historia – y sus representantes – estén lejos de lo que Villalobos (2009) pretende encarnar: “la verdad histórica objetiva, no sujeta a posiciones políticas, ni al eco de los medios de comunicación”. Foucault nos ha enseñado a desconfiar de tales verdades, el pueblo mapuche porfiadamente nos recuerda que la verdad no brota cristalina de los tribunales ni de los libros de historia, sino que se forja entre la opresión y la lucha.


Referencias

Foucault, M. (1995). La verdad y las formas jurídicas (4° Ed.). Barcelona: Gedisa Editorial.

Villalobos, S. (2009, agosto 30). Falsedades sobre la Araucanía. El Mercurio, p. D19.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Conflicto Mapuche y Psicología


La lucha de la nación Mapuche ha transcurrido desde la llegada de los españoles a nuestro país. Pero hasta hace algún tiempo se le ha tomado consideración a este problema de reivindicación y conflicto del pueblo mapuche desde muchas miradas por diversas disciplinas. Es por esto, que parte de esta publicación se basara en cómo la psicología puede abordar un tema con tanta contingencia e información como la del conflicto mapuche.

Para esto debemos tomar en cuenta varios acontecimientos de carácter social que están de alguna manera afectando a la etnia Mapuche, yendo en detrimento de su cultura, costumbres, idioma, religión, idiosincrasia e identidad y que los está llevando al punto álgido de su extinción.

Según Fernando Marcelo de la Cuadra (2001) existen seis factores que estarían incidiendo de forma acuciosa en esto y que serían:

a. Deuda histórica: uno de ellos es el vínculo que ha construido el estado chileno con respecto a las comunidades indígenas ya desde los orígenes de la república. Junto con la formación del Estado-Nación se supuso que todos los individuos que habitaban un determinado territorio regido por el estado chileno se transformaban automáticamente en miembros de este país. Siendo así, la totalidad de los pueblos originarios que habitaban el territorio chileno se transformaron automáticamente en ciudadanos, teniendo en el plano jurídico-normativo los mismos derechos y deberes que el resto de la población. Por el contrario, en un plano positivo la historia nacional nos ha demostrado que los pueblos indígenas han sufrido la permanente discriminación por parte de las autoridades del estado y de la población, lo cual se ha venido manifestando casi desde el comienzo de nuestra vida independiente, en la pérdida de su autonomía político-territorial y en la marginación de su cultura, religión e idioma del proceso formador de nuestra identidad nacional.

b. Proceso de colonización agrícola: en el contexto anteriormente señalado, a fines del siglo XIX se promulga una ley cuyo objetivo central consistirá en radicar a los pueblos indígenas en territorios delimitados (reducciones) para poder disponer de la mayor parte del territorio y llevar a cabo la colonización de las tierras del sur por parte de población chilena y extranjera (alemanes, italianos, croatas, holandeses). Bajo esta política, que duró hasta mediados del siglo pasado, los pueblos indígenas perdieron 9,5 millones de hectáreas de tierra, lo cual ha hecho de los Mapuches (gente de la tierra) una nación de minifundistas o de asalariados rurales en permanente migración por diversas zonas agropecuarias.

c. Empobrecimiento de los Mapuches:
los procesos de expropiación de tierras y de desplazamiento de las comunidades hacia zonas de frontera agrícola cada vez más frías e inhóspitas provocaron la destrucción de las bases productivas de las unidades Mapuches, provocando una creciente agudización de la pobreza de dichas comunidades.

d. Fragmentación y dispersión de las comunidades: la conjunción de la pérdida de las bases materiales de sustento y la profundización de la pobreza en las unidades de minifundio Mapuches causaron una fuerte emigración de su población hacia zonas urbanas, la cual se viene instalando en la periferia de la capital o de otras ciudades intermedias, engrosando las filas de los pobres urbanos.

e. Pérdida de espacio para manifestaciones culturales y de identidad Mapuche: una de las consecuencias de la instalación de la población Mapuche en las grandes y medianas ciudades ha sido la carencia de espacios donde puedan realizar las expresiones propias de su cultura, como la subordinación de sus tradiciones, lengua y religión en un medio urbano agresivo, dominante y excluyente. Ello se expresa finalmente en la agudización de un proceso de aculturación en el que se van perdiendo los rasgos de identidad cultural de dichas comunidades.

f. Persistencia de acciones de despojo:
en cuanto a la población que sigue habitando en las zonas de reducción, en el último período debieron enfrentar nuevas situaciones de desplazamiento o usurpación solapada de sus tierras por parte de empresas privadas nacionales o extranjeras. Esto último se ha constituido en una especie de catalizador de los aspectos antes señalados, detonando el conflicto entre los miembros de las comunidades afectadas por las diversas formas de despojo de sus tierras y las empresas instaladas en sus territorios.

De esta manera, estos factores influyen en la configuración de una etnia no aceptada, rechazada, discriminada y que por lo demás no es reconocida con el merito que se merece. Estos factores van en detrimento psicológico, moral y social afectando al desarrollo normal de niños y adolescentes, adultos y ancianos, que son maltratados por una opinión pública aviesa y que busca vender con la imagen y con la manipulación y tergiversación de la información.

Es aquí donde la psicología participa para definir cuáles son estas afecciones y porque se producen, el responder porqué los chilenos desconocemos a las etnias originarias, que pertenecen a nuestras raíces y que no han sido reconocidas por medio de las leyes y por lo propios chilenos. Además, el responder porque los chilenos se avergüenzan de sus pueblos originarios, la pérdida de identidad y porqué se les discrimina y cómo, el porqué los gobiernos han sacrificado a un pueblo que por lo demás se resiste a perder su idiosincrasia y territorio por el capital, por la entrega de los terrenos a privados.

De esta manera veremos que en el transcurso de este análisis, todos estos puntos se lograran analizar por medio de teorías como: la del discurso, del poder, del desarrollo, o teorías que abarquen la cultura y su desarrollo. Por otro lado, disponer de un análisis de carácter cualitativo que dé cuenta de las circunstancias en las que viven estas personas, su vida diaria, sus testimonios y de qué manera les afecta la contingencia nacional y su lucha personal y como pueblo.

Viernes 10 de septiembre de 2010